viernes, 31 de marzo de 2017

Parece que me enfermó un poco la idea de poder escribir  con soltura, la ilusión de estar escribiendo; me enferman otras cosas, pero es que escribir esta relacionado a una suerte de entusiasmo. Estaba sintiendo unas ganas generalizadas por hacer, compartir y producir. He logrado algo importante, el bajón ciclico en el que me encuentro, está lejano a ser un estado depresivo. La propia imagen de hace un par de semanas me resulta lejana, Quién era aquel tipo brillante dispuesto a beberlo todo sin caer rendido y presto a proponerse trabajos perdurables, donde esta aquella persona dispuesta a indagar en su pasado gozosamente, orgulloso de sus vivencias y dispuesto a ocuparlas como un material exquisito para una narrativa, hacer de la escritura una indagación desligada del presente,

viernes, 24 de marzo de 2017

Reviso lo que he escrito estos últimos días  y noto que se vuelve repetitivo hablar del alcohol, se con certeza que alcohólico no soy, conozco el padecimientos de quién no bebe por elección. Si alguien leyera estos papeles personales, podría pensar que de joven solo leí al gran Bukowski y aquello resumiría mi educación literaria. y claro, lo leí y me hice cartero, bote sacos de correspondencia en las quebradas del puerto. Pero por suerte he leído mucho más,  leí a Lowry sentado en una piedra, sentí su hedor y las camisas se pegaron en mi espalda; me gustaría ser cónsul en Cabo Verde. Mis expectativas son  altas, más altas que los cerros porteños y mucho menos que las montañas explosivas. Para variar un poco, podría contar algo más íntimo, contar por ejemplo que soy incapaz de escribir sin el corrector ortográfico, o contar que no entiendo la mayoría de las letras en ingles. Podría contar cosas lejanas al anecdotario del exceso. Pero hoy no será la excepción, hoy subí un cerro y lo hice  bebiendo gin con gin desde el primer escalón junto a mi hermana, el asenso se hizo cada vez más empinado y al mismo tiempo más liviano.  Nos reímos a carcajadas y nos encontramos. Fuimos austeros, sibaritas y elegantes. me gustaría narrar algún fragmento de lo que hablamos, pero mi visión esta borrosa por la ginebra y apenas distingo los caracteres del teclado.

miércoles, 22 de marzo de 2017


Tengo una relación compleja con la cocaína, me gustaría decir entrañable, pero no. Quizás sea una adicción estándar y lo mío una simple dependencia. Pero a mi me resulta compleja, eso quiero creer. El conflicto se gráfica en que no puedo guardarla en un cajón, mis cigarros descansan en el velador y no es necesario fumarlos todos antes de dormir. Si logro reservar un poco y dormir algo, al despertar pensaré en aquello, lo pensaré bastante seguido, el cajón me hará guiños y probablemente seda y acabe con los restos antes del cañonazo de las doce. Pero ya no ando tan cargado, pienso en ella e intento reprimir el deseo, la clave esta en desabastecerse, depender de la mano de un tercero, manejarse con paquetes chicos y claro, hacer un ejercicio voluntarioso. Ya no la considero un estabilizador del ánimo, deseché mis teorías que afirmaban virtudes en el humor sostenibles en el tiempo, deseché el supuesto sentido experimental de su consumo; profundizando ese argumento podría quizás dejarla por completo y la condición de adicto pasaría a ser hipotética o quizás debería volver al consumo  exclusivamente festivo, o quizás lavar mi sangre tragando litros de detergente. Leo este párrafo mientras enrollo un billete, pero lo juro, ya no es como era antes. El viento mueve las cortinas, el cuarto se ventila. Me acuerdo de la película que fui a ver al cine, imagino las calles de Edimburgo adoquinadas con jeringas, reviso mi correo y las redes sociales, nada nuevo, guardo lo escrito,  termino mi trago y orino en el basurero. Sueño con un barco a vapor llegando a un puerto que podría ser escoces, las calderas explotan cubriendo el paisaje de cenizas blancas, el sol es un punto rojo y las cenizas una neblina como las de Turner . Me entretengo tanto soñando, que al despertar ya estoy atrasado. Mientras me apuro repito mi mantra de energías positivas y me alegro de ser un goloso que no guardo nada.

martes, 21 de marzo de 2017

Abro el Facebook y encuentro que cuatro amigos en la red han compartido sus poemas. Lo hacen al mismo tiempo y yo tiendo a pensar en algo, pienso que la llegada del otoño produce algo en la psiquis profunda, algo interpretable como un triunfo ante el clima, se depositan esperanzas en el frío y la ventolera. Que hermoso es cuando ya aburridos del sol, giramos la mirada hacia la luna, a la noche que se alarga. En el año ya existe un pasado, ese verano que se fue. Oh! Querido otoño! Los poetas te dan la bienvenida y especulan el color de la que será su bufanda favorita, los poetas noveles te reciben con esperanzas y apuestan a que ivernando en el escritorio terminaran sus obras completas. Nada más lindo que caminar entre hojas por los parques, nada más lindo que abrir un libro y leer un poema en cada banca. Del frío emergerán las obras, los poetas sueñan con una temporada otoño-invierno vestida con viejos chalecos y nuevas letras. Apuestan nuevamente al futuro, mientras el sol da a entender que está lejos de retirarse e iluminar los días. En buhardillas soñadas, los papeles inconclusos se apilan como un bodegón flamenco y la tristeza resulta hermosa. Joven poeta, mucha suerte. Con las palabras y las limonadas calientes. Mucha suerte con el entusiasmo y las venideras lluvias de polen.

martes, 14 de marzo de 2017

Derrame En La Borda se llamó mi primer Blog, data su primera entrada hace exactos 15 años, en ese entonces era impensable la idea de narrar una historia que terminaría en una batalla de arcos y flechas en la selva peruana, era impensable planear un remake del Corazón de las Tinieblas mientras leía novelas policiacas en mi camarote y engrosaba mis brazos creyendo entender a Walt Whitman; esa bitácora era el anecdotario de un marino atípico que terminó embarcado por motivos más cercanos a la poesía experimental que a la búsqueda de oportunidades labores, aquello era un ejercicio febril de escupir palabras sobre una cubierta inestable con la probabilidad cierta de caerse al mar y nadar hasta suicidarse. Hace 15 años era improbable descartar la idea de descubrir una isla nueva. Hace 15 años era improbable imaginar que volvería a esta ciudad inmensa y viviría de llevar café a unas mesas.