lunes, 3 de abril de 2017
La mañana empezó con algo de hastío, las copas del día anterior me afectaron pese a no ser muchas. La graduación del fernet es engañosa, se deja beber con facilidad y más aún si se combina con un poco de bebida . Me desperté y seguí durmiendo, mis manos lavadas a medias con diluyente sintético expelían un olor con efectos sedantes. Desperté con amnesia, no recordaba ni un detalle de mis sueños, al ponerme de pié la sangre circulo por el cuerpo y mi cabeza quedo vacía, el mareo se disipo al rato. Salí de casa y caminé tres pasos hasta el minimarket que vende jugos envasados y fríos. el resto de la tarde lo aproveche en la lectura de un libro sobre el impresionismo y su influencia en el arte posterior. Estoy buscando influencias para mis propios trabajos, espero llegar a una composición equilibrada entre colores, volúmenes y letras, quiero esparcir engrudo y pegar papeles, quiero arrancar dichos papeles y ver que pasa. Cajas de tomate, todo parte desde ahí, todo empieza con desarmarlas y obtener unas tablas que se asemejan a unas tejuelas chilotas desprovistas de nobleza. Con esmaltes y pigmentos he ido creando capas sobre capas de color. he pasado una buena tarde en el taller, hubo un viento otoñal, la temperatura era agradable, la lectura sosegada, los barnices aireándose sobre el mesón. En eso llego Luciano, quién acababa de terminar con su novia, al principio no decía mucho pero luego me fue contando, con un ojo puesto en mi y el otro en la pantalla de celular mientras descartaba Tinder, no había tiempo para estar triste, no se podía prolongar el dolor, unas cuantas lágrimas y asunto saldado, Luciano prende su radar y esta dispuesto a reaccionar a la provocación más mínima, el mismo provoca encuentros, que distinto a mí, que soy capaz de pensar por años las inmensas perdidas y la infinita tristeza del amor frustrado.
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